::the.longcut::a.call.and.responseSucede cuando "descubres" una banda, que te empatas inmediatamente con todos aquellos grupos que nacen de las semillas diseminadas por el sonido de aquella agrupación original. Tocando en Helicon [
¿recuerdas?], nos topamos con todas aquellas agrupaciones que identificábamos como el resultado de someterse a la audición de
My Bloody Valentine. Nuestros ensayos se hicieron cada vez más esporádicos, pero la costumbre se entercaba en no dejarnos. Desde
Slowdive hasta
Quasi, pasando por
Kinski y, cómo no,
Mogwai, algunos más, otros no tanto, el llamado, ejem,
post-rock, ya había hecho mella en nosotros [o porque los sindicábamos como nuestros referentes más próximos -léase "sí podemos sonar así"- o porque su magnitud solo era constrastada por nuestra absoluta admiración -y creciente envidia, desde luego sana en la medida de lo posible-]. Entonces, este debut en largo de
The Longcut [tienen como 4 EP's previos], llega a mis oídos apadrinado por aquella bendita etiqueta: rock de ambientes espaciales, un disco con el suficiente impacto para pararles la oreja. Digo esto en parte porque son un trío nada más [su cantante original se quitó porque el estilo de vida del rockandroll no iba con él. Ya]:
John Fearon toca el bajo,
Lee Gale empuña la guitarra, y ahora la voz cantante pasó a ser la función del baterista [¡!]
Stuart Ogilvie. Quien no contento con eso, también se hace notar con los teclado [¡¡!!], dejando a una
drum-machine hacer las partes rítmicas en algunas canciones. Lo cual hace interesante los tracks de este
A Call And Response, pues hay un pulso dance-rock que se apodera de temas como "A Quiet Life", el cual a pesar de su engañoso título, te invita al baile más que a la contemplación [(d)efecto al cual recurre muchas veces el género], aunque en "Gravity In Crisis" algo de eso último hay, y en la perfecta medida. Lo bacán de la pericia instrumental de Ogilvie es que sabe cuándo darle notoriedad a los ritmos programados, y cuándo apagar su máquina invitando a la batería "real" para que asalte los temas, ya sea con vigorosidad ["Spires"], o con un acompañamiento mesurado ["The Kiss Off"], o de plano, dejando que el protagonismo recaiga íntegramente en esos beats ["Vitamin C"]. Y encima, SABE cantar. El inicio convincente que es "A Last Act Of Desperate Men", a pesar de sus casi 7 minutos, es la mejor invitación a degustar de plano todo el cd. Y "Holy Funk", la muestra de la versatilidad de este trío de Manchester al elaborar un canción con pocos cambios en su estructura [ya pues, repetitiva, si quieres], salvo las notas del teclado de Ogilvie, mientras que "Lonesome No More!", cuyo título me gusta, te convence de lo bien que el nervio melódico tanto de Gale como de Fearon te mantiene atento aquí y durante toda la placa, para casi al final escuchar unos redobles de tambores que redondean la faena. Que no estarán en tu lista de downloads urgentes, ni aparecerán como lo básico dentro de este estilo. Pero digamos que para lo hecho por
The Longcut aquí, me basta como para buscar cualquier grupo que aparezca junto a su nombre, dentro del entrecomillado "suena como...", y vale aclarar: ése es el llamado que siempre me place responder.